Cualquier alma viene con un libro de visitas
atado con una cuerda para que nadie lo robe.
Tapas de falsa piel manoseadas por el tiempo
y los curiosos. Yo estuve aquí en 1983, dice uno,
como si su nombre fuese oro.
Los ritos de la experiencia monumental,
extraños en cuadrigas imitando a Charlton Heston,
predicadores en púlpitos de plástico, pontífices
sumos del amor hechos en China.
Qué pereza casi todo. Tenía razón Manrique:
(adapto sus versos a hoy) La memoria
es un premio de consolación
para cuando en el tragaperras de la vida
solo te salen limones.
23/10/15
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