18/8/15

A veces, cuando no puedo más, cuando me puede la edad social, laboral, incluso la que cargo estúpidamente trazando una línea paralela que nadie me ha pedido y pienso en mi padre a mis años, entro en YouTube y la busco. Para que funcione debe ser la versión de 2012 en Buenos Aires. Un estadio lleno y un tipo de sesenta años con voz de rata. A su lado hay otro de su misma edad, con pantalón corto y una Gibson SG con la que sólo toca cuatro acordes. Más que suficiente. La canción se llama You shook me all night long. Con eso suele bastar. Sé que es mentira. Creo que los ochenta mil del estadio también lo sabrían. Pero allí estaban: botando, canturreando el estribillo en un inglés indecente; lo mismo que vengo haciendo yo desde que tenía trece años y alguien me regaló su disco del cañón en la portada. La tierra temblaba. Me dolía la cabeza. Hablo de cuando la vida era una noche muy larga. No quiere decir que haya terminado. Ahora es un día raro y también muy largo. Algo que a veces cuesta entender. Incluso conociendo de memoria la posición de los dedos en el mástil parece que alguien te los cambie para desesperarte. Y vuelves a intentarlo. Confías en lo aprendido. Te pides calma, la nueva temperatura de la sangre. Cierras los ojos. Me sacudiste toda la noche, cantaba el hombre-rata. Y tú, de alguna forma, sigues cantando con él.

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